Fuertes, cálidos, húmedos y sabios... Así son estos nuevos vientos, casi tornados, que planeo desde hace ya un mes y la mitad de otro. Sumergida a diario en aguas dulces y marinas, acariciadas por brisa aromática, sorteando tempestades de caramelo y flor de sal, y descansando después, exhausta, en un dulce y caliente sopor con sabor a vainilla y mango.
Senegal, me acogió de nuevo en su seno, bañándome en su luz me llena de energía, me enseña con su sabiduría de sol inmenso y multicolor a abrir los ojos de mi piel, a escuchar desde las entrañas, a sentir el sabor del calor, a oler la textura de su ritmo, a construir con manos conscientes, abrazos y sonrisas.
Aprendizaje intensivo, desarmando y reubicando las piezas de mi puzzle me paso el día, amando cada instante y respetando estos ritmos que me devuelven ese lugar que no recuerdo, que perdí en "esta inmensidad a la que llaman tiempo" (Alejandro Filio).
En un pequeño huertito he plantado tres semillas: la de la paciencia en un fuerte y flexible bambú, la de la confianza dentro del corazón de un loto y la de fluir en un alga que baila su danza al ritmo del mar. Con toda esta luz, toda esta agua que flota en el aire y toda esta calidez que me abriga, mis semillas germinan. Poco a poco asoman sus cuerpos, poco a poco comienzan a florecer en todo su esplendor, poco a poco comienzan a alimentar sus frutos...
Efímera es la flor y la belleza que la rodea, efímero es el fruto y su cuerpo que alimenta.
Constante e inquebrantable es el ciclo, el proceso que comienza y nunca termina.
La energía no se detiene, continúa su proceso a ese conocido y ancestral ritmo que marcan tus latidos.
Cada día más cerca, cada día más clara, más consciente, más luminosa, más tierna...
Cada día más viva!!
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