sábado, diciembre 17, 2011

LA CORNICHE

Mi piso está al lado del mar, cerquita de un largo paseo llamado La Corniche. En la parte más cercana a mi casa, entre el mar y el paseo hay unas playas prqueñitas y todas las mañanas y tardes, puedes ver a los muchachos (pocas muchachas) corriendo, estirando, haciendo abdominales, jugando a fútbol...
Todo este paisaje se baña, por un lado, en la luz del amanecer: naranja sobre rosa, amarillo sobre azul, es en estos momentos que hace su aparición el gran Sol, imponente, masculino, inmenso y caliente, regando con su luz blanca cada rincón, iluminando y cubriendo de color cada pequeño hueco de esta gran ciudad.
Y por otro, al atardecer, el espectáculo comienza de nuevo, su despedida no podría ser de otra manera. El astro rey anuncia su partida majestuoso, despliega toda su luz entre una amplia gama de naranjas, rosas, violetas, azules... Rayos de luz multicolor sobre el mar, que lo acoge cada anochecer en su vientre para dejarlo marchar una vez más, de nuevo, al amanecer.
Un poquito más lejos, hacia el sur paseando por La Corniche, se forma otra playa. Esta vez son los pescadores y sus barcas quienes la frecuentan. Ellos también salen con el sol y regresan junto a él, que les vio partir al amanecer y les acoge con la pesca del día en sus manos. En este momento comienza la venta de lo que la mar les ha ofrecido hoy y así poder salir adelante en esta difícil vida de mar. Sus barcas son rojas, verdes, azules, amarillas. Todas tienen nombre, y ojos y boca y miran hacia el horizonte. A veces parecen seres vivos, con sus gestos pintados, sus palabras escritas sobre el cuerpo, con sus colores bailando sobre la mar, surcando las corrientes, llevando y trayendo en su abrazo de madera las vidas de sus capitanes.

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