miércoles, noviembre 12, 2008

Ha llovido mucho desde la última vez que vi el mundo girar desde aquí. Y giró y giró y siguió girando hasta hoy, que volvió a traerme aquí, necesitada de contar, de expresar, de ponerle nombre y adjetivos a la montaña rusa de la vida.

Un año más de fotogramas en mis ojos, 12 meses más de besos y abrazos, casi 400 días más de risas y llantos, de angustias y alegrías, y el tiempo sigue avanzando, sin pausa y sin descanso, manteniendo esta eterna dicotomía del blanco y negro, de ausencia y plenitud, de horror y belleza, de luz y oscuridad... en que básicamente consiste la vida y en la cual radica su esencia.

Pero hoy se ha parado el tiempo por un breve espacio de tiempo, me ha concedido un paréntesis, breve y extraño, que me mantiene en un estado de somnolienta embriaguez en la que mis dedos vomitan con fluidez.

Algo me dice desde hace ya algunas semanas, que esta etapa llega a su fin, que es momento de tomar decisiones, de girar y zigzaguear. Llegó el cambio de estación y este pájaro necesita volar y regresar a más cálidos parajes. Y así es que hago balance de los últimos 5 años, reviso aciertos y errores, repaso aprendizajes, y comienzo a seleccionar mi equipaje para este nuevo viaje. No será fácil, son muchas cosas y la maleta no es grande, no se debe viajar con la espalda demasiado cargada, así que tomaré este regalo quieto del tiempo para reflexionar bien sobre lo que me llevo. Siempre suele pasar que lo más importante, lo más útil, lo imprescindible apenas suele pesar.

Pues eso, que empaqueto y emprendo viaje. Aun no sé a dónde me voy, ni cómo ni porqué. Pero llegan nuevos horizontes y elevo mis alas, planeando el viento... porque ya lo dijo Tanguito, que "Vos levantás las alas y después el viento te lleva..."