lunes, julio 10, 2006
















Hubo una vez en estas costas una bella sirena que vivía en aquellas dos rocas que ves en el horizonte. Habitaba sola este lugar ya que había sido desterrada del reino de los mares profundos falsamente acusada de seducir a su malvado y caprichoso emperador.

Lo que de verdad ocurría era que su belleza era tal, que ningun ser marino, ni siquiera el propio emperador, se resistían a ella. Pero el emperador no la amaba realmente, sólo deseaba su cuerpo y encerrarla cual joya, lucirla cual trofeo. Y claro, ella no lo amaba ni deseaba ser encerrada y cuando se resistió a las ofertas de tal eminente figura marina, su cólera no se hizo esperar. Desterró a nuestra valiente sirena a las costas marinas acusada de seducir al rey mediante oscuras prácticas de brujería.

Tras este suceso, se instaló en estas dos rocas, exiliada y repudiada. Pero nuestra sirena era fuerte y no se rindió, mientras el sol brillaba en el cielo o la luna plateaba el horizonte, ella cuidaba de sí misma y vivía en aquel nuevo lugar en el que entabló amistad con seres que desconocía, y que a pesar de no ser de su especie, la amaron, aceptaron y respetaron tal cual era.

Así fue cómo conoció la libertad del viento y, éste en suaves y dulces susurros le mostró su propia libertad. Esta fue la manera en que, llena de amor y libertad, la sonrisa volvió a renacer en sus labios y su voz alegre y enigmática se fundió con el murmullo del mar y el dulce soplido del viento, creando una música balsámica que atraía a todo ser que pasara por allí en busca de un poco de paz y sosiego.

Pero había veces, momentos, en los que el dolor se instalaba en su interior y la hacía llorar, en silencio, ríos y ríos de agua salada. Tanta agua, que el nivel del mar subía durante horas. Después, cuando el dolor se había mezclado con el mar, ya había salido de ella y las olas lo arrastraban hasta la profundidad, volvía a brillar su sonrisa y su voz volvía a fundirse con el viento, el murmullo del mar y el baile de las olas al compás.

Es por eso que, la marea sube y baja, y cada vez que nos bañamos en el mar, sus aguas cicatrizan nuestras heridas y arrastran con su sal todo el dolor que habita en nuestras almas. Es por eso, que el viento nos susurra siempre los secretos de la libertad y que el mar nos regala su abrazo y nos cura la soledad.